Todavía seguimos esperando que algún suertudo se gane el Loto. Esto, claro, hasta que alguien efectivamente se lo gane y pase a ser, si no somos nosotros mismos, el desgraciado, el CSM o el huevón cuevúo que le achuntó. No nos amarguemos, siempre habrá alguno y, muy probablemente, sea otro el que tendrá que lidiar con los problemas de hacerse cargo de $5.000 millones y fracción. Para mí, que me conformaría con la “fracción”, no representa ningún incentivo adicional el que el pozo esté acumulado: yo juego por el afán de acertar. Ahora si en el camino accidentalmente gano un pozo exorbitante, bueno, habrá que apechugar.
Seamos sinceros, la mayoría de nosotros apunta a una terna como su mejor resultado, eventualmente una cuaterna o súper cuaterna, y con muchísima suerte, una quina. Pues bien, existen 10.660 ternas distintas que se pueden formar con 41 números. Ya que se escogen 6 números en cada cartilla, en realidad estamos jugando 20 ternas distintas, es decir, la probabilidad de acertar a una terna es de 1 entre 533 posibilidades. No es por desilusionar a nadie, pero es como acertar 1 terna cada 3 años, en promedio.
Sin embargo, aparecen ganadores, eventualmente más de uno, cada cierto tiempo. Ahora que el Loto está súper acumulado, se espera que se jueguen millones de apuestas. Si cada una de ellas es diferente, entonces es muy probable que se jueguen casi todas las 4.496.388 posibles combinaciones y por lo tanto aparezca un ganador. Y con un poco de suerte, a lo mejor aparecen tres de los seis números que yo voy a jugar.