Cuando se trata de historias de ganadores del Loto, todos hemos escuchado el proverbial “los soñé” cuando se les pregunta cómo escogieron sus números. Yo raramente me acuerdo lo que he soñado, y las pocas veces que lo hago, casi nunca se trata de números, no al menos los que importan para el Loto.
Es un misterio para mi cómo puede alguien soñar precisamente con los números que serán los ganadores de un próximo sorteo. ¿Se verán como en una cartilla?, ¿irán volando?, ¿el soñador los irá descubriendo a medida que transcurre el sueño?; ustedes tendrán sus propias teorías. Y éste es el primero de los problemas; el siguiente no es tan menor: ¿qué hace el soñador cuando despierta?, los anota inmediatamente, o es capaz de rememorar el sueño cuando quiera, o su acompañante los anota mientras Morfeo los balbucea. Como sea, después de una noche reparadora, el personaje tiene a su disposición seis números para jugar.
Si por esas casualidades, a usted amigo que, al igual que yo nunca le ha pasado algo semejante, se encontrara con estos seis números mágicos anotados en un papelito, ¿se atrevería a jugarlos? Apuesto que sí, incluso si nunca ha jugado antes al Loto. Ahora, de aquí a que los números resulten realmente ganadores, hay un trecho enorme.
Tal vez este sea el caso del último ganador del Loto, que se llevó más de 2.600 millones de pesos por su gracia. No sé que será más frustrante: tener la seguridad de que los números ganadores no se pueden soñar, o que sabiendo que sí se puede, yo no tenga la capacidad de hacerlo. En fin, siempre se puede soñar despierto y en esas condiciones invariablemente encuentro la combinación ganadora. Lástima que hasta ahora nunca haya coincidido con la de Polla.