Se ha dicho bastante sobre el caso de Luis Suárez, desde los que lo condenan severamente y encuentran que la pena es ejemplarizadora e impartida con una justicia casi divina, hasta afiebrados comentaristas que niegan el hecho porque no hay pruebas contundentes, como si la única prueba aceptable fuera una filmación en primer plano del suceso. Si los sistemas de justicia actuaran así, ¡Dios nos libre!
Vamos por partes. El mordisco existió: están los videos, están las marcas y el hecho que el principal involucrado no lo niegue. Habiendo una falta, corresponde un castigo. Si la pena fue excesiva depende de quién opine. Todos sabemos lo cabrona que puede ser la FIFA, pero si accediste a jugar un torneo organizado por ella, tienes que aceptar sus decisiones. El argumento de que se coarta la libertad de trabajo del jugador es infantil, es más, en otros ámbitos laborales, esto es una agresión y podría ser incluso penado con cárcel.
Y resulta que es recibido en Uruguay como un héroe, víctima de una conspiración mundial para favorecer al dueño de casa. La señal que reciben miles de niños uruguayos (y de otros países) es que está bien jugar contra las reglas si eso te favorece, más aún, eres alentado a hacerlo, el único cuidado es que no te tienen que pillar, pero si es así, no importa pues hallaremos la forma de justificarlo. Dentro de cinco o diez años tendremos muchos jugadores como Luisito, tan mañosos, desleales y arteros como él, dispuestos a cualquier cosa por recibir un recibimiento multitudinario y el reconocimiento de su presidente por haberse cagado a la FIFA o cualquier otro organismo.
Luisito, por algo es tratado como niño, cree que puede hacer cualquier cosa y salirse con la suya por el sólo hecho de ser extraordinario con la pelota. Esta vez no será así, y si los padres de los futuros jugadores dejan de lado su fanatismo acérrimo, serán capaces de sacar de este episodio una lección, dolorosa pero valiosa que ayudará a sus hijos ser mejores deportistas: el talento te fue dado, pero el respeto y la admiración debes ganártelos día a día y en todos tus actos.